Las olas del Mar del Caribe en dirección a las costas estadounidenses del Golfo de México son la inspiración de Ian Whitt, un creador que emplea las técnicas del fundido y el soplado del vidrio para dar forma a esculturas donde las intensas corrientes acuáticas de la zona se elevan y estallan en tres dimensiones.
El artista Ian Whitt es originario de Hattiesburg (Mississippi, EE UU), una ciudad a solamente una hora en coche del Golfo de México, cuyo intenso oleaje sirve de inspiración a buena parte de su obra.
Su primera relación con el material que le sirve para dar forma a sus esculturas data de su infancia, cuando se encontraba con su familia de vacaciones en Hawái y pudo ver en vivo la técnica del soplado del vidrio.
Tal y como él mismo recuerda, “desde el primer momento en que lo vi quedé impactado, me fascinaba la forma en la que el vidrio fluía y se movía, casi parecía estar vivo”.
Años después de esta primera impresión, Ian Whitt empezó a recibir clases en la School of Glassworks and Printmaking de Nueva Orleans, exponiendo por primera vez sus obras en vidrio en la Glass Art Society de la misma ciudad.
La sensación de fluidez y movimiento que tanto le impresionó siendo niño es el eje creativo de sus esculturas, en especial las que representan olas en plena ebullición, un instante que congela con extraordinario realismo gracias a la infinita variedad de texturas y matices que el vidrio le proporciona.
Estas olas, cascadas y remolinos son también un símbolo de la climatología siempre cambiante y a menudo amenazadora de esta zona de Estados Unidos, que a lo largo de la historia ha sido testigo de huracanes de variables efectos, en ocasiones devastadores.
La forma en la que Whitt maneja el vidrio refleja esa sensación de vida y movimiento que culmina en el extremo donde la corriente termina por romper y se descompone en espuma, una décima de segundo que la mano de este creador inmortaliza en objetos que parecen fluir y quebrarse eternamente.