WILLIAM MORRIS

La obra en vidrio del estadounidense William Morris representa una estilización de los espacios naturales y su relación con las civilizaciones remotas por medio de esculturas tridimensionales en las que los contrastes cromáticos y una expresividad descarnada muestran al espectador escenarios de otras épocas a los que el vidrio da vida con una audaz apuesta estética.

Hablar de William Morris es evocar un cuarto de siglo de creación artística en vidrio, una trayectoria brillante y compleja que bebe por igual de los paisajes naturales bien conocidos por un autor fascinado por los grandes espacios y la escultura japonesa, que con frecuencia dota de solemnidad ornamental a sus creaciones.

Una visión a menudo arqueológica, como pone de manifiesto el protagonismo de motivos cerámicos en muchas de sus obras, y también una mirada al mundo de lo inconsciente, donde se confunden lo humano y lo animal, dando forma a objetos tridimensionales que parecen inspirados por culturas pretéritas a las que Morris resucita con el vidrio como aliado.

Las técnicas empleadas por el artista, retirado en 2015, tienen como finalidad capturar la esencia inmutable de los entornos naturales y el paso por estos paisajes de civilizaciones remotas, un retrato de épocas pasadas que adquiere un valor fundamental en un tiempo de cambio y contraste como el actual.

Coincidiendo con su retirada, se celebró una retrospectiva de su obra en vidrio bajo el nombre de “NATIVE SPECIES”, un título que define con precisión las inquietudes y temáticas que han marcado la creación artística de este autor durante 25 años.

El uso netamente expresivo de las formas tridimensionales, a menudo en forma de bodegones de los que emergen figuras insólitas, es también un medio para dar visibilidad a los aspectos más diversos de la cultura estadounidense, testimonio a su vez del periplo vital de un creador acostumbrado a la vida natural, como demuestran su afición al surf o a recorrer Estados Unidos sobre una motocicleta.

Una visión que, por momentos, no puede evitar recordar a la del gran poeta fundacional americano Walt Whitman y su imperecedero manifiesto vital Hojas de hierba.

Para transmitir este legado, Morris juega hábilmente con los contrastes entre luces y sombras y despliega un planteamiento cromático audaz y lleno de contrapuntos.

El azul acuático y el pardo terrenal son el lienzo sobre el que se despliegan infinitas tonalidades que otorgan dramatismo o hieratismo en función del motivo representado.

En palabras del propio Morris, el fin último de su obra es “ayudar a la gente a mirar el mundo en el que vivimos y apreciar la naturaleza en toda su preciosidad como algo que debe ser reconocido y respetado”.

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